A estas alturas no cabe ninguna duda que tanto la alimentación como el ejercicio son las herramientas más importantes que tenemos para mantener una buena salud física y mental. Suena a cantinela pero no por ello deja de ser cierta. Y lo es cada vez más. Todos los estudios apuntan en la misma dirección, desde distintos ángulos. Hay poca controversia en este aspecto, quizás en discutir qué es una buena alimentación o cual es la mejor forma de ejercitarse, que aproximaré más adelante, pero en el fondo los beneficios están claros.
Todo esto nos lleva a vivir más, pero lo que es más importante, vivir mejor.
Desde luego las relaciones sociales también son importantes pero en este artículo me centraré en estos dos pilares, que son impepinables.
Pensamos que al envejecer lo normal es no tener energía, estar siempre cansados, con cientos de achaques. Y si bien es cierto que no tenemos la energía de una persona de 20 años, el cambio no debería ser tan drástico. Seguro que conoces algún ejemplo de familiar o conocido que a pesar de su edad se mantiene activo y jovial. Y si no conoces ninguno visita cualquier pueblo a lo largo del mundo que aun mantenga un estilo de vida ancestral. Ya te adelanto que no es porque tengan unos genes premium.
¿Te suena la frase, la vejez no lleva a la inactividad, la inactividad lleva a la vejez? Totalmente cierta. La inactividad llama a la inactividad igual que la mala alimentación llama a la mala alimentación, en un bucle de degradación exponencial. Y esto no es un fallo de «diseño», como más adelante veremos.
( ¡Atención que va post largo! Guárdatelo para leer con calma sí no tienes tiempo a ahora 😉 )
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